Noches de luna llena en Tecolutla: tratando de salvar al Cangrejo Azul

Voluntarios salen cada vez que la luna llena ilumina el cielo para ayudar a las guanajas a llegar al mar para desovar y así, su especie pueda subsistir.

 

Por: Mónica Tejeda Hernández

 

Tecolutla, Ver.- Son las 19:00 horas y se prevé que la luna llena ilumine el cielo, voluntarios de la asociación civil de Vida Milenaria se preparan para salir ya que buscarán a las guanajas que saldrán de sus madrigueras en el río para emprender un viaje muy peligroso hacia el mar y cumplir con su ciclo reproductivo, para ello, deberán cruzar todo el pueblo en el que antes, su presencia era tan común que la gente creyó que nunca estarían en peligro de desaparecer. 

 

Para poder obtener un alertamiento de peligro de extinción, se requiere contar con un control de la presencia de la especie de por lo menos cinco años, explica Irma Tejada Galván, directora de Vida Milenaria, quienes buscan el cuidado y preservación de la fauna de Tecolutla desde hace 50 años. 

 

 

Este es el cuarto año que registrarán la salida de las guanajas, como las conocen en la zona norte de Veracruz, se trata de las hembras del Cangrejo Azul que en su vientre llevan miles de huevecillos que buscarán dejar en el mar para que su especie continúe en la tierra, sin embargo, para un pequeño crustáceo, los peligros son inmensos en un lugar donde la carretera, forma parte de su camino. 

 

“El depredador más peligroso es el hombre, las agarran para quitarles su tenaza porque la venden al turista, ellas podrían sobrevivir si lo hacen con cuidado, pero mucha gente no se ha concientizado y las dañan de tal manera que no logran sobrevivir, a pesar de que estamos en veda, las siguen capturando para consumo”, relata Anell, voluntaria de Vida Milenaria mientras mide a una guanaja que encontraron tratando de cruzar la carretera. 

 

El color de las guanajas permiten identificarles, los machos son los que logran tener un color más azulado y los que crecen más, las hembras por el contrario, pueden ser cafés o de una azul más oscuro, además de ser de menor tamaño, explica Anell, en este año, dice, espera que las guanajas no sean tan pequeñas, pues eso significaría que las más grandes no lograron sobrevivir hasta esta temporada de reproducción, sin embargo, hasta ahora, solo son especímenes pequeños los que han aparecido, eso es preocupante, lamenta. 

 

Esta noche se juntaron cinco voluntarios para emprender la búsqueda de las guanajas por el tramo carretero Tecolutla a Gutiérrez Zamora y las colonias de la periferia de la cabecera municipal, portan sus chalecos antireflejantes para evitar cualquier accidente y se suben a la camioneta de Vida Milenaria donde ya llevan cubetas, marcadores, cinta métrica y una pequeña pesa para poder hacer el registro correspondiente. 

 

 

Son varias vueltas las que hacen durante la noche para poder encontrar el mayor número de guanajas posibles, en cuanto ven una, alguien hace la señal y rápidamente detienen el vehículo para bajarse, capturar a la hembra del Cangrejo Azul y meterla a una de las cubetas que llevan en la batea. 

 

Mientras continúan con su camino, alguien en la calle les grita, les hace la seña de que un par de guanajas se escondieron debajo de un auto estacionado, Carlitos, uno de los voluntarios más pequeños de la agrupación, baja corriendo para ser alcanzado por su padre, Ramiro, juntos, hacen las maniobras necesarias para lograr que las guanajas salgan de su escondite y poder capturarlas para llevarlas a la batea. 

 

 

El recorrido sigue por la colonia conocida como Las Casitas, al encontrarse junto al río, es muy probable que por ahí se puedan ver más guanajas que tratan de cruzar al pueblo para llegar a la zona de playa, Lupita pesa a los especímenes capturados y anota los datos, en ese momento una guanaja logra tomarle el dedo con su pinza, Anell trata de ayudarle rápidamente para quitársela aunque tardan unos minutos debido a que una vez que cierran su tenaza, ya no las abren por sí solas, “es una forma de defenderse y poder huir de sus depredadores”, explica Lupita, el dolor dice, le durará aproximadamente un mes.

 

Mientras Ramiro maneja la camioneta con mucha precaución, también va pendiente de ver alguna guanaja corriendo por donde transitan, lleva a su pequeño hijo Ian en el asiento de atrás y le explica lo que hacen, él ya está muy interesado en participar en las labores de protección pero por su corta edad, todavía no puede hacerlo de lleno, sin embargo también va muy pendiente desde la ventana para darle la señal a su padre y detenga su marcha porque vio a alguna guanaja. 

 

 

Han pasado dos horas que no se han sentido debido a la dinámica de la captura, estar pendiente de ver alguna guanaja, bajarse, atraparlas, medirlas, pesarlas, seguir la marcha, es un constante movimiento que no permite ningún momento de descanso, afortunadamente, también algunas personas han decidido participar y al ver guanajas en sus terrenos o casas, las resguardan y avisan a los voluntarios para que vayan a recogerlas. 

“Aunque algunos las siguen capturando, también hay muchas personas que se unen a la causa, nos avisan ya sea por mensaje o mientras vamos en el recorrido, nos hacen señas para avisarnos donde hay guanajas y podamos protegerlas”, se congratula Irma Tejeda, quien desde que llegó a vivir a este lugar, ha presenciado a lo largo de más de 30 años el cambio en la flora y fauna de Tecolutla. 

 

Con una buena cantidad de guanajas en las cubetas, es hora de dirigirse a la playa, los voluntarios buscan una zona alejada de la urbanización y llevan a las guanajas lo más cerca del mar posible, ahí las liberan y dejan que su instinto haga el resto, “pareciera que hacen un baile dentro del mar, es así como liberan los huevecillos”, explica Irma. 

 

En un espectáculo difícil de igualar e iluminados por la luz de la luna llena, todos observamos con satisfacción por el trabajo realizado en esta noche, el “baile” de las guanajas en el mar y la esperanza de que este pequeña ayuda signifique que la especie perdure en Tecolutla, invade el ambiente, mañana será otra noche de trabajo ya que la luna llena solo dura tres noches y después de eso, ya no se saldrán de sus madrigueras hasta que el cielo vuelva a iluminarse por el plenilunio. 

 

Para esta gran labor, otros voluntarios se sumarán en otros recorridos, Carla, Pepe, Daniela y Ángel esperan pacientemente su turno para salir en la próxima luna llena y poner su granito de arena para salvar al Cangrejo Azul de Tecolutla.

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